Ya conté el inicio de una corta e ineficiente historia de amor, en el post Alcatráz Acatrás y ahora les voy a contar el fin. Porque como dijo Tanguito alguna vez "Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina". O como digo yo: "Ah pero sos un pelotudo importante".
Su cama de una plaza me tenía los ovarios comprimidos y en las salidas subsiguientes a la primera no logré quedarme más de una hora mirando su cieloraso sin cara de techo. Claro, ya no lo quería ver más y pensaba que un polvo no se le niega a nadie y mucho menos a una misma, pero ni para el garche.
Por suerte tengo la inteligencia necesaria para darme cuenta que las cosas no funcionan. Me lo dijo mi cotorra el primer día, mi cerebro el segundo y bue... mi corazón se llamó a silencio. Con tanta invitación y caballerismo por parte de él, pensé en invitarlo a cenar a casa, primero para agasajarlo con una rica cena (que los que me conocen saben que para mi es un sacrificio) y en segundo lugar para garchar como corresponde en una cama tamaño orgía XL. Tal vez, en ese campo de batalla, los cañones se vean de otra manera.
El primer mensaje que le mande invitándolo me respondió: "Hola. Este sábado no puedo, tengo un cumple y después me voy a las clases de tango porque me estoy olvidando de todo". Sí y también se estaba olvidando que en esas clases me conoció a mi, por lo tanto no estaba invitada a sus lecciones. Ahí planté la guerra.
Para ser honesta dejé pasar el sábado siguiente porque yo estaba ocupada, por lo tanto arremetí con mi incomodidad al oootro finde. Tipo jueves, muy calculadora de mi parte, le mando otro mensaje invitándolo una vez más. Sabía que me iba a decir que no porque de un jueves para un sábado, tenes que tener muchas ganas para decir que si y suspender todo tipo de plan. Y como me iba a decir que no, ya tenía el mensajito de texto para contestarle: "Si no tenías ganas de verme más me lo hubieras dicho. Acordate que tenes 40, no 15". Canchera mando el mensaje: "Hola, soy Lulú! Queres que cenemos este sábado?".
Pasaron 10 minutos, pasó media hora, una hora, dos horas... hasta que me suena el teléfono. CHAN: ME RE CAGÓ, AHORA ACEPTA Y ME MATO.
Reproduzco la breve charla:
Eu: Hola?
Él: Hola soy Carlitos. (nombre ficticio, aprendí de la Conta)
Eu: Sí, ya sé.
Ël: ahhh claro, tenes identificador en el celu.
Eu: (????????????????????????????) Y... sí.
Él: Te quería agradecer por la invitación pero te tengo que comentar que estoy hablando con mi ex.
Eu: ahhh bueno, todo bien, solo te quería retribuir toda la buena onda que le pusiste.
Él: Vos también le pusiste mucha onda pero la verdad es que a mi no me gusta jugar a dos puntas.
Eu: (guatafác?) Perdón, qué dos puntas? Yo no soy ninguna punta. Acá no hay ninguna punta o no te diste cuenta?
Él: pero me invitaste a cenar dos veces.
Eu: sí pero no te confundas, una cosa es una cena y otra cosa es una propuesta indecente. ¿O no te diste cuenta que jamás me iba a quedar a dormir en tu cama de una plaza? Mirá la realidad es que no hay onda entre nosotros y nunca la iba a haber. Ni siquiera tenemos cosas en común como para pasarla bien. Somos diferentes. Jamás hubiéramos sido pareja por mas que vivamos a 3 cuadras. Esa es la verdad.
(ATENTI A LA PANQUEQUEADA FEDERALLLL)
Él: Bueno, en realidad yo solo estoy hablando con mi ex. Digamos, todavía no pasó nada, pero mirá que solo estamos hablando eh?
Eu: Bueno, entonces que tengan lindas charlas.
TU TU TU TU TU TU.
Por la plata baila en mono y por su pija baila el panqueque. Todo lo que le de la paz al pájaro siempre viene bien no? El cambio de discurso no está bien visto en ningún lado y mucho más patético es en un cuarentón con cama de una plaza. Que la fuerza del diálogo te acompañe, porque dudo que lo haga Suavestar.