Noche de viernes. Noche porteña. Noche de amigas. Noche de cerveza. Noche de pizza con fainá. Viva la noche, viva la fiesta (merezco la muerte por esta poética introducción).
Eso es lo que pasó... salimos con mis amigas a bailar a Módena. La música hacía notar que esa noche iba a estar muy buena, y así fue. Entre tema y tema, apareció Villagra, Juan Villagra... si, me hizo una presentación al estilo James Bond, y con eso, me ganó. Con eso, con su baile y con su cuerpo: era un Adonis, su cuerpo esculpido por el mismísimo Zeus, unos abdominales donde se puede lavar desde la tanga más pequeña hasta el repasador más mugriento. Morí de amor... bueno, no de amor, pero digamos que fue amor. Bailamos mucho y nos besamos más, hasta que las luces se prendieron y me acompañó hasta mi departamento. Todo un caballero, no aceptó subir a tomar un café, sino que se despidió con un hasta pronto (previo intercambio de números de teléfono).
El domingo, recibí un llamado de Juan, me invitaba a tomar algo. Acepté, y me pasó a buscar en su vetusto Topolino y salimos. La sorpresa fue enorme cuando llegamos a destino. No era una cita a solas, sino que me presentó a sus primos: Osvaldo, Eduardo y Aldo. Me pareció un poco raro, que en la primer salida quisiera que conociera hasta a su perro, pero como cosas más raras me han pasado, no presté mayor atención a esa señal. Sus primos se mostraban sorprendidos, quizás porque yo no era el estilo de mujer con el que Juan solía salir. Nos vimos varias veces más, otra vez me presentó a sus compañeros de trabajo, otra a su abuela, y así... pero no concretábamos.
Yo tenía ganas de que pasara algo más, así que tomé el toro por las astas (lo que no significa que lo tomara de sus potenciales cuernos) y lo invité a comer una picadita. Compré cerveza negra, maníes, quesito, salame de la Colonia... y él iba a ser mi postre. Llegó a casa a la hora acordada, nos besamos, bebimos la cerveza bien fría, comimos un poco... y empecé a subir la apuesta. Le saqué su camisa, dejando al descubierto ese cuerpo perfecto. Le saqué los pantalones y quedó en boxers... él me arrancó el vestidito y cuando iba a largarse la acción... quedó en eso. No sólo Juan Villagra tenía un maní, sino que ese maní no quería elevarse. Le ofrecí ayuda, pero no, prefirió levantarlo solito... tarea que ni siquiera con ayuda del propio Zeus iba a suceder. Los nervios, pensé que eran los nervios del muchacho, porque ni loca pienso asumir que era MI culpa su no levantada. Seguimos comiendo, tomando una cerveza ya caliente, y nos pusimos a ver una peli, y lo eché (con mucha clase) de casa.
A la semana siguiente, volvió a ir, sabiendo mi gusto por la cerveza, llevó una artesanal, buscamos que se diera el clima... y de nuevo lo mismo. NADA, no pasó NADA, no se levantó, y encima, yo tenía que ver como el Sr. intentaba levantar la situación solito, porque no me dejaba ayudarlo... Me cansé, me aburrí de ver como el muchacho amasaba, sobaba, estiraba, empanaba, rebozaba y repulgueaba su paupérrimo maní, y quería que el pibe desapareciera, para tomar la cerveza (que a esa altura ya estaba tan caliente como yo) así que le dije "Mirá Juan Villagra, me parece que a vos no se te para ni con Viagra".